Tomás de Cárcer, Diseñador Gráfico titulado de la Universidad del Desarrollo y Master of Design por la School of Visual Arts de Nueva York, ha forjado una destacada trayectoria que combina la creatividad con una sólida visión internacional.
Desde sus años universitarios, Tomás proyectó su carrera al extranjero: realizó un intercambio en España, su práctica profesional en Argentina y, tras graduarse, dio el gran salto hacia Nueva York para cursar su maestría. La decisión, tomada de manera impulsiva, implicó un enorme desafío, especialmente por el idioma. “Al comienzo me agotaba traducir mentalmente todo lo que escuchaba en clases. Pero esa dificultad me obligó a empoderarme de la situación y a crecer rápidamente. Además, tuve la suerte de contar con un gran staff de profesores muy destacados de la época, como Milton Glaser, Stefan Sagmeister y Brian Collins. Era un honor ser parte de sus clases”.
El programa le permitió interactuar con profesionales de diversas disciplinas —arquitectos, artistas y diseñadores de interiores—, ampliando su mirada sobre el diseño. Fue un periodo marcado por el auge de las aplicaciones y el desarrollo digital, que le abrió horizontes para pensar proyectos con un enfoque más emprendedor.
Encontrar trabajo en Nueva York no fue fácil, pero perseveró. Pasó por distintas agencias hasta llegar a Li Inc., estudio especializado en dirección de arte para marcas de moda, centros culturales y museos. Allí formó parte de un equipo creativo de alto nivel, liderado por el director de arte de la revista de moda del New York Times. Además, participó en proyectos para marcas como Frédéric Malle y Schiaparelli, y dirigió campañas de arte para Givenchy y Uniqlo. “Ahí aprendí dirección de arte, un campo que no había explorado y que me fascinó”.
También, desarrolló la aplicación conceptual Chain Gang e ilustró para diversos proyectos en Estados Unidos y el extranjero.
Uno de los hitos más importantes de su carrera fue la identidad visual del Museo Hirshhorn de Washington D.C., uno de los más reconocidos de arte contemporáneo en Estados Unidos. “Pensé que era un encargo pequeño, pero resultó ser un proyecto de gran magnitud. Me enorgullece ver que la identidad del museo sigue vigente hasta hoy y que es de mi autoría”.
Además de su trabajo en moda y cultura, exploró el diseño de espacios junto a un compatriota radicado en Nueva York, lo que le permitió ampliar aún más su campo de acción. “La experiencia en Estados Unidos fue un aprendizaje constante: entender cómo trabajan diferentes agencias, absorber la competencia, la colaboración y la calidad que caracteriza a ese mercado”.
En 2021, tras ocho años en Estados Unidos, decidió regresar a Chile para emprender junto a su esposa, Manifesto Design LAB, estudio orientado a la creación de marcas y dirección de arte, donde la creatividad, la estrategia y el diseño se integran para generar soluciones visuales consistentes. “Me costaría mucho tener un trabajo mecánico. Necesito proyectos desafiantes, que me obliguen a aprender de distintos mundos: cine, literatura, música o arquitectura. Eso mantiene vivo mi entusiasmo por el diseño”.
Mirando hacia el futuro, busca consolidar el crecimiento de Manifesto Design LAB, fortalecer los vínculos con la industria creativa chilena y mantener un pie en el extranjero. Su sello personal no radica en un estilo rígido, sino en su capacidad de adaptarse a cada cliente y proyecto, escuchando y proponiendo soluciones diversas. En paralelo, impulsa otra iniciativa de diseño enfocada en el mercado estadounidense, reflejando la vocación internacional que ha guiado su carrera.
“Soy inquieto; necesito estar en constante aprendizaje. Esa curiosidad es lo que me mueve en el diseño y lo que me impulsa a seguir creando”.
Aunque reconoce que el mercado chileno es pequeño, ve un gran potencial en el talento local. “Mi sueño es aportar a fortalecer la escena creativa nacional y participar más activamente en plataformas como Chile Diseño”.
“Sueño con fortalecer la escena creativa nacional”
Tomás subraya la importancia de la colaboración multidisciplinaria como eje de su trabajo. “Uno como diseñador no puede quedarse solo frente a la pantalla. Es clave trabajar con periodistas, cineastas, expertos en multimedia, arquitectos. Esa diversidad enriquece los proyectos y abre perspectivas que uno no ve en solitario”.
Antes de convertirse en diseñador gráfico, estudió un tiempo Arquitectura. Si bien la experiencia no resultó como esperaba, le permitió reconocer su verdadera vocación. En la UDD encontró un espacio estimulante, con profesores jóvenes y talentosos que lo ayudaron a mirar el diseño desde una perspectiva amplia y global. Recuerda con especial cariño a Alejandra Amenábar, decana de la Facultad, y destaca las oportunidades que le brindó la Universidad: un intercambio en España y su práctica en Argentina, experiencias que marcaron su proyección internacional.
En 2021 recibió el Premio Actitud Diseño, Visión Global de la UDD, un reconocimiento que valora especialmente por reforzar su vínculo con la institución donde dio sus primeros pasos.
A los estudiantes y jóvenes diseñadores les deja un mensaje claro: “No tengan miedo a probar caminos distintos. Busquen experiencias internacionales y dominen varios idiomas. Si hubiera tenido un segundo idioma, me habría resultado más fácil instalarme en el extranjero. Pero lo fundamental es la persistencia: mostrar tus proyectos, no decaer y aprender de cada experiencia”.
Entrevista: Realizada por Periodista Verónica Cid Albornoz
Edición: Alumni UDD
Fotografías: Enviadas por el entrevistado