Francisca Sanhueza Otaegui, Kinesióloga de la Universidad del Desarrollo. Complementó su formación con un diplomado en Kinesioterapia en Neonatología y otro en Kinesioterapia en la Unidad del Paciente Crítico. Actualmente cursa el Magíster en Kinesiología en Terapia Física y Rehabilitación (MAKI), también en la UDD.
Hace más de una década, Francisca llegó al Hospital de Niños Dr. Luis Calvo Mackenna, donde hoy es Coordinadora de Kinesiología del cuarto turno y adicionalmente en la Unidad del Paciente Crítico, especializada en Cirugía Cardiovascular Pediátrica; y estos la llevan a diario a atender los pacientes más vulnerables: los recién nacidos y niños pequeños que enfrentan cirugías de alta complejidad por cardiopatías congénitas.
El trabajo de Francisca es técnico, pero también profundamente humano. Se centra en la terapia respiratoria intensiva, manejo de ventilación mecánica, pruebas de weaning, es decir, el proceso de retirar gradualmente la ventilación mecánica en un paciente, y finalmente, el acompañamiento integral durante la recuperación. “La mayoría de los pacientes que recibo son lactantes, menores de dos años, operados por condiciones como coartación aórtica o ventrículo único”, explica.
Nos cuenta que su primer año fue especialmente difícil. “No es fácil no involucrar sentimientos. Hay niños que fallecen y familias que sufren muchísimo. Aprendí a cuidar mi salud mental, a protegerme emocionalmente para poder seguir entregando lo mejor de mí”, recuerda. Convertirse en madre también ha profundizado su empatía hacia los padres y cuidadores.
Para ella, la humanización del cuidado es esencial. “No solo tratamos patologías, tratamos personas. Entender el contexto del niño, saber con quién vive, qué quiere lograr, es clave para que la rehabilitación tenga sentido”.
Inspirada por esa visión, impulsó junto a su equipo la creación de un rincón terapéutico dentro de la UCI, un espacio con juguetes, libros y material didáctico. “Los niños esperan con ansias que llegue su kinesiólogo para poder ir a este lugar, lo que logran caminando con mucho esfuerzo. Cuando llegan a este espacio mágico, sus caritas muestran felicidad y sienten que ya no están en un recinto hospitalario. Lo terapéutico también pasa por jugar y disfrutar”.
Uno de los momentos que más atesora fue el de un niño de cinco años que estuvo dos meses hospitalizado, uno de ellos en estado crítico. “Cuando por fin logró caminar por el pasillo, estaba muy feliz, y recuerdo que nos emocionamos mucho con su mamá. Son momentos que te reafirman el porqué de tu vocación”.
Llevando a la práctica uno de los sellos formativos de nuestra Universidad, esta Alumni UDD nos asegura que el trabajo interdisciplinario es también parte fundamental del éxito terapéutico. Participa a diario en reuniones clínicas junto a médicos, kinesiólogos y otros profesionales de salud, donde definen en conjunto los tratamientos más adecuados para cada paciente.
“El trabajo en equipo es clave para mejorar la recuperación de los pacientes y humanizar la atención”.
Su vocación profunda la ha impulsado a seguir siempre aprendiendo y creciendo, actualmente cursa el Magíster en Kinesiología en Terapia Física y Rehabilitación (MAKI) de la Universidad del Desarrollo. “Sentía que estaba estancada en su desarrollo profesional y necesitaba un impulso mayor. El MAKI ha permitido perfeccionarme, expandiendo mi forma de pensar y de trabajar”, asegura.
“El programa te lleva más allá de los límites que uno creía tener. Hoy, como kinesióloga con MAKI, soy una profesional totalmente distinta”, afirma con convicción. Más allá de las herramientas clínicas y científicas, valora especialmente el enfoque ético y humano que ha adquirido durante el proceso. “En el ramo de bioética, trabajamos el concepto de responsabilidad en la investigación clínica. Esa reflexión me cambió mucho”.
Volver a la Universidad también ha sido una experiencia emocionalmente significativa. Reencontrarse con docentes como Jaime Lepe, Sonia Roa y María Jesús Mena ha reforzado su sentido de pertenencia con la UDD. “Ha sido increíble volver. Sentir de cerca nuevamente los sellos de la UDD, su calidad científica y humana”.
“Siempre es necesario perfeccionarse, sobre todo a los profesionales de la salud”.
Su investigación final de magíster busca comprender el rol de las familias y los equipos de salud en la promoción de la actividad física en niños con cardiopatías congénitas. “Queremos generar estrategias educativas reales y aplicables. Esto no puede quedar en un manual olvidado en un cajón, deben darse soluciones tangibles y con buenos resultados”, enfatiza.
Asegura que la formación recibida en la UDD ha sido determinante. “Desde el pregrado, siempre nos enseñaron a mirar al paciente en su totalidad. No solo ver su lesión, sino su historia, su entorno, y sus motivaciones. Eso me marcó, y el MAKI lo ha potenciado aún más”.
Hoy, además de su tesis de magíster, lidera el desarrollo de un producto educativo enfocado en empoderar a las familias de niños con cardiopatías. “Queremos que los papás dejen de tener miedo. Que sepan que su hijo, aunque tenga una condición crónica, puede tener una vida plena, ir a cumpleaños, al colegio, jugar como cualquier niño”.
El proyecto —nacido desde el ramo de innovación en salud del MAKI— también apunta a los equipos de salud: a mejorar la forma en que entregan indicaciones sobre actividad física infantil.
“Muchas veces no comunicamos bien. Y si la información no llega, no sirve. Necesitamos herramientas prácticas, no solo teoría”.
Desde la Unidad del Paciente Crítico, Francisca sigue impulsando una forma de hacer kinesiología que es técnica, colaborativa y profundamente humana. Su paso por la UDD no solo marcó su formación, sino que sigue siendo parte activa de los nuevos desafíos que lidera día a día.
Entrevista: Realizada por Periodista Verónica Cid Albornoz
Edición: Alumni UDD
Fotografías: Enviadas por la entrevistada