Juan Carvajal Fernández, profesor de Matemáticas en Educación Básica y magíster en Innovación Curricular y Evaluación Educativa (MICE), en la Universidad del Desarrollo. Actualmente se desempeña como docente en la Escuela Artística Villa Las Peñas, en la comuna de Mulchén, Región del Biobío.
Sobre su experiencia en el MICE, Juan destaca que fue un programa altamente profesional, personalizado y con un enfoque práctico y de gestión. Valora especialmente el énfasis en cómo captar la atención de los estudiantes, un desafío clave en la actualidad. “Hoy las redes sociales aplican miles de estrategias para atraer a niños y adultos; yo necesitaba aprender a usar esas mismas herramientas en el aula”, comenta. Aunque disfruta de la teoría —como apasionado de la neurociencia—, buscaba herramientas concretas para gestionar proyectos, obtener financiamiento, impulsar la investigación, destacarse en su labor y transformar los procesos educativos desde la práctica.
Desde que comenzó su formación en Pedagogía, Juan tenía claro que quería enseñar de forma distinta a como él aprendió. “No entendía lo que me enseñaban. Fue traumático y muy complejo, sobre todo en matemáticas”, recuerda. Esa experiencia fue el motor que lo impulsó a buscar nuevas maneras de enseñar. Siempre quiso que sus estudiantes pudieran conectar lo aprendido con la vida cotidiana, encontrarles sentido a las matemáticas y trascender los contenidos.
“Yo les enseño matemáticas desde lo concreto, desde el juego. Por ejemplo, para enseñar fracciones hacemos que dividan una pizza con hilo, sin instrumentos de medición. Jugamos, hacemos rompecabezas, simulamos compras en el supermercado. Todo está enfocado en lo que tendrán que aplicar en su vida adulta”. Para Juan, lo esencial es que el cerebro entienda lo que está aprendiendo: no memorizar, sino comprender.
Aunque le apasiona la teoría, también le interesa profundamente la ciencia y la tecnología, especialmente la inteligencia artificial, la que ha incorporado en sus clases. “Siempre estuve en busca de estos conocimientos, y la UDD me permitió llevar a la práctica todo aquello que conocía solo en teoría”.
En su rol como docente de estudiantes de quinto a octavo básico, en una etapa marcada por grandes cambios físicos y emocionales, también se encarga de acompañarlos desde la comprensión del desarrollo humano. Les explica, por ejemplo, que sentirse cansados es normal: “Nuestro cerebro pesa solo el 2% del cuerpo, pero consume más del 20% de la energía. No puedo exigirles más de 20 minutos de concentración sostenida. Por eso, el juego es tan importante: el cerebro se cansa fácilmente y busca ahorrar energía”.
Juan tiene alrededor de 30 estudiantes por curso. De ellos, unos diez destacan por sobre el promedio, pero su verdadera vocación está en acompañar a todos por igual. “Mi misión es mirar hacia abajo, donde más se necesita apoyo. Por eso enseño con material concreto, tecnología, juegos, humor, movimiento e historias. Todo suma”.
Una de sus mayores satisfacciones es ver que sus estudiantes quieren volver a clases. En un contexto de alta deserción escolar, eso es un logro enorme. “Muchos docentes dejamos la responsabilidad en los estudiantes, sin cuestionarnos si lo que enseñamos tiene sentido para ellos. Esa fue una gran enseñanza del MICE”, señala.
Trabaja en un contexto desafiante: una escuela con un 98% de vulnerabilidad social, donde el 40% de los estudiantes presenta necesidades educativas especiales y cerca del 10% de los apoderados son analfabetos. Sin embargo, Juan mantiene la convicción de que la educación sí puede transformarse. Una de sus metas es inspirar a otros profesores o a estudiantes de enseñanza media interesados en pedagogía para que enseñen matemáticas de una manera distinta. También busca fomentar la innovación dentro del aula y entre sus colegas. “Innovar es ser valiente. Es ir contra lo establecido, y a veces genera tensiones. Sin embargo, vale la pena”.
Juan cree firmemente que hoy se valoran nuevas habilidades y competencias, tanto en educación como en el mundo laboral. “Los CEO de muchas empresas ya no solo buscan títulos, sino estudios que promuevan la creatividad, la empatía, la resolución de problemas y las habilidades socioemocionales. Para innovar, necesitamos datos; el ‘tincómetro’ no sirve. Eso también lo aprendí en el MICE”.
Una de las cosas que más lo conmueve es escuchar a sus estudiantes decir: “¡Ahhh, profe!” cuando comprenden algo de verdad. Para él, no hay mayor recompensa. Lo más difícil, afirma, ha sido enfrentar la diversidad, porque cada estudiante llega con una historia distinta. “Estoy para enseñar a la diversidad, no a la masa”, asegura.
Para este profesor, sus estudiantes son lo más importante. Muchos viven situaciones complejas en sus hogares, por lo que él también se preocupa por las “mochilas emocionales” que cargan. Tal vez por eso lo admiran tanto y lo sorprenden con cartas y regalos hechos a mano, que lo emocionan profundamente. “La educación la cambian los profesores y sus compañeros. En este siglo, necesitamos personas creativas, capaces de buscar recursos donde no los hay, de transformar desechos en herramientas de aprendizaje”.
La UDD fue un punto de inflexión en su camino profesional. “Me entregó el motor para innovar, diseñar y acelerar los procesos que siempre quise empujar. Me permitió conocer metodologías más ágiles y ver la educación con otros ojos”. Recuerda con cariño a varios docentes del MICE, como Enrique Jácome, con quien reflexionó sobre la calidad educativa; Sergio Garay, quien lo invitó a participar en un congreso internacional de educación; y Bernardita Hernández, coordinadora de Postgrados y Formación Continua de la Facultad de Educación UDD. Fue ella quien, junto al equipo, le dio un apodo que lo acompaña hasta hoy: “El Profesor Unicornio”. “Dicen que soy raro, mágico y difícil de encontrar”, ríe.
En 2024, la Universidad del Desarrollo le otorgó “Trayectoria Alumni UDD” un reconocimiento a los sellos de responsabilidad pública por su fuerte compromiso con la educación, innovación y mentalidad emprendedora, esto evidenciado a través de su labor como profesor y el impacto que ha generado en la comunidad educativa. Juan nos menciona que este reconocimiento lo llena de orgullo y que confirma que está en el camino correcto: enseñando con amor, sentido y propósito.
Entrevista: Realizada por Periodista Verónica Cid Albornoz
Edición: Alumni UDD
Fotografías: Enviadas por el entrevistado